La campaña del Panal se inclina hacia el interior

Los estrategas del Centro Cívico parecen dar cada vez más importancia al interior, donde además encuentra los mejores intérpretes para un discurso de confrontación directa con la Casa Rosada. La Capital, en cambio, ya no luce como el distrito clave de sus expectativas electorales.

Por Felipe Osman

Antes del 12 de septiembre, dentro de un peronismo que sabía de los problemas que le plantearía la elección de medio término, se repetía una y otra vez que la Capital sería un distrito clave para atravesar unos comicios nacionales profundamente polarizados entre Juntos por el Cambio y el Frente de Todos, en los que resultaría sumamente difícil rentabilizar logros de gestión o correr el eje de la discusión hacía Córdoba.

Varias cosas cambiaron desde entonces. La polarización difícilmente puede ser tenida por tal en la provincia. Los resultados mostraron que en Córdoba sólo hay un polo, si el oxímoron puede ser disculpado. Y aunque ha costado tiempo, el Centro Cívico ha conseguido polemizar con la Casa Rosada en torno al desigual reparto de subsidios energéticos y la consecuente falta de federalismo que éste evidencia.

Ahora bien, ¿cuánto queda de aquella idea de que la capital sería un distrito clave para sortear la elección?

Concentrando el 40 por ciento del padrón electoral, está claro que nadie en su sano juicio renunciaría a trabajar en la ciudad. Pero más allá de ello, todos los indicios parecen apuntar que la capital ha dejado de ocupar un lugar de privilegio entre los argumentos a los que el Centro Cívico apela para apuntalar sus objetivos electorales de cara al 14 de noviembre.

El hecho de estar de nuevo a cargo, después de varias décadas, del Palacio 6 de Julio, habría sido una ventaja teórica que no terminó de verificarse en las urnas el 12 de septiembre. La elección de Hacemos por Córdoba no fue mala en la ciudad, pero quedó por debajo del global provincial.

El Panal parece haber tomado nota de esto. En las últimas semanas resulta evidente un viraje según el cual el gobernador vuelca sus esfuerzos casi privativamente hacia el interior.

La explicación más aparente sería que el Gobierno Provincial decidió retomar sus argumentos de siempre, recordando que el grueso de sus apoyos, desde los inicios de Unión por Córdoba, provienen de suaceptación en el interior y sus relaciones con el agro, que reconoce al peronismo de Córdoba, y más aún a Juan Schiaretti, su posicionamiento frente a la Casa Rosada en la crisis provocada por la resolución 125 en 2008. Y más recientemente, haber recibido a la Mesa de Enlace para respaldar su reclamo de baja a las retenciones.

Sin embargo hay también quienes agregan otras explicaciones complementarias a la atención que el mandatario provincial presta, fundamentalmente en este segundo tramo de la campaña, al interior en detrimento de la capital.

Refieren, por caso, un descontento del Centro Cívico hacia el Palacio de Julio, que va incluso más allá del recelo que generaría que los funcionarios municipales no se hayan puesto, a juicio del Panal, al frente de la campaña. La principal molestia anidaría en que el intendente no haga propios los fortísimos cuestionamientos que el gobernador dirige hacia la Casa Rosada.

El gobernador ha resuelto tomar riesgos llevando sus críticas al Gobierno Nacional a un punto que podría ser de no retorno cuando aún quedan dos años de gestión por delante. El intendente limita, hasta ahora, sus críticas a la nación al inequitativo reparto de subsidios al transporte. Lo hace con firmeza, pero siempre desde la gestión. No hay una confrontación que exceda los asuntos íntimamente administrativos.

Quienes transitan los pasillos del Centro Cívico aseguran que esto disgusta al gobernador y lo alejan de tomar un mayor protagonismo en la campaña de la ciudad de la que, con justicia, no se sentiría responsable principal.

Mientras tanto crece su figura en la campaña del interior, donde se mueve junto a las mesas de trabajo dispuestas para organizar las actividades proselitistas y los intendentes y jefes comunales de los cuatro puntos cardinales de la provincia.

Empieza a bosquejarse, además, una suerte de “liga” de intendentes ultra-schiarettistas que coincide con el grupo de quienes primero promovieron su proyección nacional pero también lo excede.

Son movimientos que se dan en un escenario parcialmente atípico: una campaña electoral dispuesta a fines de potenciar la performance del espacio en comicios nacionales de medio término. Pero, ¿significan algo más allá del 14-N? ¿Pueden leerse en clave no ya de las Generales, sino de la sucesión provincial? ¿Empiezan a cohesionarse actores que buscarán que el gobernador bendiga a un sucesor que provenga del interior? Y si fuera este el caso, ¿cuáles son sus chances?